Las sopas de vino son una antigua y sofisticada preparación culinaria que combina ingredientes básicos con el carácter profundo del vino, dando como resultado un plato cálido, aromático y lleno de tradición. Aunque el término «sopa de vino» puede sonar inusual hoy en día, estas recetas tienen raíces profundas en la cocina europea medieval, donde el vino se usaba tanto como bebida como base para cocinar.
En esencia, una sopa de vino es una sopa líquida en la que el vino —blanco o tinto— se utiliza como ingrediente principal o complementario del caldo. Se puede elaborar con azúcar, especias como canela o clavo, y a menudo lleva yemas de huevo o crema para espesarla y darle una textura aterciopelada. En algunas versiones dulces, especialmente del centro de Europa, se acompaña con pan tostado, bizcochos o frutas secas.
Estas sopas no solo eran populares por su sabor, sino también por sus supuestas propiedades medicinales y energéticas. En regiones como Alemania, Austria o Hungría, las sopas de vino eran servidas en ocasiones especiales, celebraciones o incluso como desayuno caliente en invierno.
Hoy en día, las sopas de vino han caído en desuso, pero siguen siendo un símbolo de la creatividad y riqueza gastronómica del pasado. Recuperarlas es una forma de redescubrir sabores olvidados y apreciar la historia detrás de los platos que alguna vez fueron cotidianos en las mesas de Europa. Sin duda, son una muestra de cómo el vino puede ser mucho más que una bebida: un ingrediente con alma.
¿Dónde se pueden probar?
Casa da Tojeira, Braga, Portugal
